16 de septiembre de 2008

El gran Mufti que lavaba retretes.

Sheij Nazim Al Haqqani

Nuestro gran maestro solía hablar frecuentemente sobre la búsqueda del conocimiento, a pesar de que normalmente los sabios no suelen aceptar el conocimiento de los awliya (santos); no aceptan nada que provenga de fuera del conocimiento libresco, que es el que ellos manejan muy bien. ¿Por qué, debéis preguntar, adquieren (los awliya) este conocimiento de los libros, aunque no están necesitados de ello, debido a los manantiales de conocimiento que hay abiertos en sus corazones? Mi gran maestro decía que la gente de la Verdad (ahl-ul-haqiqah) utilizan este conocimiento de los libros con el propósito de "cazar", para atraer a la gente culta al camino sufí (de la purificación); porque saben que a no ser que muestren el conocimiento de los libros, estos eruditos nunca los seguirán ni se someterán a ellos; pero si exhiben y aprenden el conocimiento de los libros, estarán capacitados para efectivamente traerlos al Camino.

Aquellos que han recibido el conocimiento divino son cazadores, y cazadores con una milagrosa facilidad para atrapar presas, pues así, usando estos poderes, pueden atrapar a la gente culta de incluso los más altos rangos: muftis, Grand-muftis y sheikh ul-islam (el más alto grado de los eruditos externos), que se encuentran tan orgullosos de sus conocimientos.

Mawlana Khalid al-Bagdadi (muerto hace ciento cincuenta años) era un gran -Gransheikh del camino sufí, y también era un conocedor de las disciplinas de los libros. Con la combinación de sus habilidades el "atrapó" al sheikh ul-islam de su tiempo, que era considerado el más eminente erudito. Este maestro del Islam, este gran sabio, dejó su posición y todos los honores que conllevaba para someterse enteramente, y así seguir las enseñanzas de Khalid al-Bagdadi. Cuando el gran sabio llegó a Khalid al-Bagdadi, la primera cosa que le ordenó fue la de ir a trabajar a la gran mezquita como limpiador de retretes. "Esta," le dijo, "será tu tarea.".

Los grandes maestros ordenan a sus seguidores (murid) el realizar tales tareas para conseguir que sus egos sean reducidos al nivel de la humildad, porque los egos, especialmente aquellos de la gente culta, son los más orgullosos -y el orgullo es sólo para Allah, para nadie más. Satán se volvió orgulloso, y por este orgullo él fue arrojado a lo más bajo. El Profeta, la paz y las bendiciones sean con él, dijo: "aquel que posea incluso la más pequeña partícula de orgullo no podrá entrar en el paraíso." Así, puesto que el orgullo es un atributo tan nocivo e inaceptable, la primera cosa que los grandes maestros enseñan a sus seguidores es como esquivar su orgullo. El gran sabio suele ser una persona tan culta que seguramente esté muy orgulloso de sus muchos conocimientos, y este orgullo no es bueno para él. Así, le fue ordenado el dejar su estatus de gran sabio, y el llegar al nivel más humilde de servicio mediante este trabajo. Todo servicio es honorable, excepto aquellas acciones que Allah el Todopoderoso ha prohibido; así, nadie os puede decir, "debéis estar avergonzados de este trabajo," aunque vuestro trabajo puede ser humilde e inferior. Ahora, limpiando los retretes de una mezquita no está prohibido de ninguna manera -no es como limpiar dependientes en un bar o un cine. Es el retrete de un lugar sagrado, y no hay desgracia en hacerlo. Cualquier objeción que el gran sabio hubiese puesto cuando su maestro le ordenó hacer el trabajo, habría procedido de su ego, diciéndole: "este trabajo no es propio de alguien de tu rango; mira la posición de honor que tenías en comparación con la que quienes ahora ¡Limpiando retretes!" En realidad no hay nada malo en este trabajo, pero si que está en desacuerdo con los deseos del ego. Así, para oponerse al ego del discípulo, el gran maestro ordenó a su alumno el hacer este trabajo, y el alumno contestó: "realizare esto como indicas, no como mi ego dicta.".

Entonces el gran maestro empezó a limpiar retrete cada día y se volvió completamente devoto a su servicio, dejando de lado su familia, amigos y todas las cosas en pos del deber que su gran maestro le había ordenado realizar. Un día un colega suyo -un hombre muy culto - vino a la gran mezquita y, viendo al gran sabio en su nuevo trabajo, objeto, diciendo: "¿qué estás haciendo? ¿En qué clase de lugar estás trabajando? ¿Acaso el Profeta, bendito sea, no dijo: "La limpieza es parte del Iman (creencia)", así que,¿cómo es que puedes realiza un trabajo tan impuro? No está bien que una persona de tu rango y estamento realice estas tareas meniales, ensuciándose en el proceso."

La gente de este nivel entienden la limpieza como sólo de tipo externo, la limpieza de las ropas y el cuerpo, y nunca consideran la limpieza del corazón, que no les parece importante. Están haciéndolo fácil para sí mismos, porque si estuviesen empeñados en la limpieza del corazón, se tendrían que someter a un gran Maestro.

El gran sabio contestó su crítica: "tanto como tú sabes, yo se, y más si cabe, así que no trates de hacerme sentir avergonzado por el servicio que estoy realizando. No te encumbres por encima de mi para juzgarme, y deja el juicio para el Juez de Jueces; vete a meditar sobre tus propios asuntos. Cuando me juzgas, estás tratando de ser un juez junto a Allah el Todopoderoso, y por ello, en ese momento, un asociador. Todo tu conocimiento, si no surge de la plenitud de la herencia del Profeta, la paz y las bendiciones sean con él, es inútil y vano, un velo que evita que seas testigo de la Realidad. ¡O tu de escasas capacidades!, yo sabía todo lo que tú sabes antes de que entrases en la escuela.".

En realidad, fue el gran Maestro quien mandó al visitante para probarlo -para ver si hasta que punto permanecía firme. Por lo que le hijo este hombre, el pudo ver que su alumno necesariamente permanecía firme y no flanqueaba. Esa noche, mientras el gran sabio estaba en la mezquita, el gran Maestro apareció a su lado y cogiendo por la mano, le ordenó: "cierra los ojos." Le ordenó de nuevo, "abre los ojos." Cuando hizo lo que le fue ordenado, se encontró transportado a Meca – por medio del poder de su gran Maestro fue de Bagdad a Meca en unos pocos segundos; y así mientras miraba a su alrededor, se encontró en la presencia de ciento veinticuatro mil profetas y el mismo número de santos, en la Mezquita Sagrada de Meca, reunidos allí para ser testigos ante el Santo Profeta Muhammad, la paz y las bendiciones sean con él, de la orden que dirigía al gran maestro Maulana Khalid de conceder a su murid, el Mufti, la estación de la Sinceridad, la estación en la cual el ego no puede volver a saltar, en la cual está firmemente amarrado, y no se vuelve a caer en las trampas del ego. Aquí es donde se reciben las llaves a los tesoros que han sido dadas por el Señor el día de las promesas; después de que haya sido probado que se tiene suficiente poder para cuidar y guardar sus tesoros adecuadamente. Ni Satán ni su ego pueden engañar en esta estación, porque se está bajo la especial Protección Divina, que guarda de los enemigos ocultos, manteniéndolos lejos; y en este momento se llega a la Estación Celestial ante la Divina Presencia, el objetivo en esta vida, y se ha completado el Designio Divino destinado.

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