7 de mayo de 2008

LA TECNOLOGIA ENVIDIA EL ALMA DE LA HUMANIDAD

Sheij Nazim Al Haqqani


Alejandro Magno se dirigió a su pueblo: “Oh, mis siervos...”. Pero su pueblo no estuvo de acuerdo: “No somos tus siervos, porque no puedes darnos aquello que necesitamos. Tan sólo servimos a Aquel que puede darnos todo”.
-“Pero yo puedo daros cualquier cosa que pidáis. Todos los tesoros están bajo mis pies. Cualquier cosa que pidáis, yo puedo dárosla.”
-“Pedimos entonces a Vuestra Majestad una vida que no termine con la muerte”
-“Ya me gustaría, ya, poder concederme eso a mí mismo, pero la muerte es algo que no puedo evitar.”
-“Bien, entonces danos una vida sana, libre de enfermedad.”
-“Yo mismo tengo frecuentes dolores de cabeza. Si pudiera, eso sería lo primero que remediaría. Pedid otra cosa, pues.”
-“Haz posible que podamos elegir el momento de la muerte.”
Alejandro Magno contestó: “Yo tambien pido eso. A pesar de ser Emperador, no sé cuál será mi último día.”
-“De manera que, a pesar de ser Emperador, no puedes ayudarnos en estas cosas. Así pues, ¿cómo puedes decir que somos tus siervos?
Se nos ha dado uno de los Atributos Divinos: la fuerza de voluntad. No le ha sido concedida a ninguna otra criatura. Es un Atributo Divino, pero Él nos ha concedido una parte del mismo, pidiéndonos que lo usemos lo más posible. No penséis que vuestra voluntad está por encima de la suya. No olvidéis que sois criaturas débiles. No olvidéis que sois siervos. La voluntad del siervo no puede estar por encima de la de su Señor. El caso es que se nos ha dado una voluntad pero, ¿para qué?
Tenemos, en nuestra vida, bondad y maldad. Podéis usar vuestra voluntad para el bien o para el mal. Vuestra voluntad es como la locomotora de un tren. Cuando llega a la estación, o cuando sale de ella, dará un a señal de dirección y la vía quedará abierta. Esa es vuestra voluntad. Podéis elegir entre ir a Madrid o a Valencia, es vuestra la elección. Pero debéis dar la señal.
Dad la señal si queréis ir a la mezquita, o a la catedral, o a la sinagoga. Si queréis ir a la Universidad, la vía hacia la Universidad se abrirá. Si señaláis hacia el bar, el teatro o la discoteca, allí es donde acabaréis. Si dais y preparáis una señal buena, llegareis a la terminal de gente buena. No os preocupe entonces vuestro destino. Pero si vais con el grupo de satanes, acabaréis en el cementerio, en la cárcel, en el hospital, o en el manicomio.
No os estoy enseñando estas cosas, que ya sabéis. Tan sólo estoy activando vuestra fuerza de voluntad, vuestra bondad, y vuestra intención de seguir a los buenos, no a Satán y sus colegas.
Así pues, vuelta a Alejandro Magno: organizó un gran desfile. Siendo, como era, Emperador mundial, sus ejércitos tenían un aspecto grandioso y magnífico. Pasaron por un lugar en donde vio a un pobre que tan sólo tenía un pedazo de tela para cubrir la parte inferior de su cuerpo. Estaba sentado mirando en dirección opuesta. El Emperador blandió su bastón de mando y dijo: “¿Es que acaso no te interesa mi majestad y mi magnífico desfile? Contestó el pobre: “¡He conocido tantos emperadores! En cierta ocasión vi a un emperador, muerto recientemente, cuyo cadáver había sido colocado sobre una piedra. Junto a él, habían puesto otro cadáver, de una persona tan pobre como yo. Los dos estaban juntos. Cuando vi esto, mi corazón perdió todo respeto por este mundo material. No me culpes por mi falta de interés. Desde aquel día, sé que todo está aquí para engañar a la humanidad e impedirle el acceso a la realidad.
El emperador bajó la cabeza, porque sabía que su final sería idéntico. ¿Alguna vez será alguien tan grande como Alejandro Magno? ¡Nunca! Esta vida ha engañado a multitud de emperadores, reyes, y sultanes. Todos han terminado en un ataúd. Aquellos gobernantes que no quisieron siquiera estar sentados uno junto a otro, terminaron por estar codo con codo en la tumba.
Oh, generaciones jóvenes, debéis creer en el Señor de los Cielos que os creó con una perfección mayor de lo que imaginarse pueda: la del hombre y la de la mujer, varón y hembra. Se nos han dado sentimientos. No somos estatuas, o rocas. Estamos llenos de sentimientos que no han sido concedidos a ninguna otra criatura.
Desgraciadamente, el conocimiento que, a través de la tecnología, nos llega en la actualidad está cambiando los sentimientos interiores de la humanidad. Los está convirtiendo en robots, que se mueven a la presión de un botón y hacen lo que se les ha ordenado hacer. Hemos alcanzado el peor punto de la tecnología en el siglo XX, y todavía la humanidad se inclina peligrosamente hacia la tecnología. La humanidad muere porque la tecnología ordena que así sea. Quiere librarse de ella porque la humanidad tiene valor, al contrario que la tecnología. La tecnología quiere librarse de estos valores.
Es por esto que, humildemente, os pido que os cuidéis a vosotros mismos y a vuestras almas celestiales. No seáis esclavos de la tecnología. Esta lleva a la gente al extremo de no tener sentimientos. Tener sentimientos es la especialidad del ser humano. Es lo que nos da valor en la Divina Presencia.
Todo rey, reina, o sultán debe arrodillarse en la Divina Presencia. La servidumbre es nuestro más alto rango y honor. Nos inclinamos en la Presencia Divina.

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